El «gorileo” como lenguaje (Parte I) Por Yimmi Castillo

13 May

Por @YimmiCastillo

Mucho dice de lo que la gente es, el escucharlos hablar. Los latinoamericanos somos muy dados a la ironía, a la sátira y a las metáforas cuando usamos el lenguaje.

Dichos y refranes acompañan nuestras conversaciones hasta mimetizarse con nuestro lenguaje natural, el que usamos todos los días en la calle, en los colegios, en nuestros puestos de trabajo.
Por eso resulta un poco preocupante que en los últimos años, probablemente las últimas tres o cuatro décadas, nuestro lenguaje se ha visto invadido de metáforas guerreristas y violentas.
Ese proceso se ha ido profundizando con la llegada de los militares a funciones que en otros tiempos estaban limitadas a los civiles. Es el lenguaje del engorilado.
Hoy es común escuchar en la calle frases que normalmente pertenecen a los códigos policiales, militares o a cualquier otro grupo que usa la violencia como ley de vida.
No es que sea algo nuevo, desde siempre hemos escuchado a la gente “librando batallas”, o “metidas en la pelea”. “Enfrentamos” el día a día y “nos ponemos los guantes” para poder “vencer” a esa ciudad que nos “amenaza” con su caos y su hostilidad. La ciudad misma nos obliga a ponernos a la defensiva, sin embargo el “gorileo” se ha trasladado a las regiones.
Existen muy pocos puntos en nuestra geografía que conservan la amabilidad como forma de relacionarse con los demás.
Nos hemos construido una carcasa verbal de maldad para poder defendernos de los demás: nadie confía en nadie. No se confía ni en la justicia, ni en policía ni en ladrones. Vemos a alguien siendo víctima de un asalto o tirado en el piso herido y preferimos voltear la mirada para evitar problemas, “mejor que vaya otro y lo ayude”.
Si nos adentramos en las zonas marginales, la cosa se agrava. El barrio tiene su propio código, heredado de los penales y adaptándose a la vida diaria de las esquinas y las veredas.
En el barrio la gente se lanza a la pista a garitear, pendientes de un beta, mucho más si andan enculebraos. Así lo dicen y así lo sienten. La violencia en el barrio es la única manera de sobrevivir. Todo el verbo del barrio funciona para prevenir ataques, infunde temor y advierte. Si llegan amenazas entra en acción el lenguaje verbal, y si el verbo no es suficiente para alejar los problemas vienen los golpes y hasta los disparos. En el barrio el engorilado vive a sus anchas, y transmite su modo de hablar de generación en generación…

Continuará-> El «gorileo” como lenguaje (Parte II)

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